viernes, 23 de octubre de 2015

El espíritu de contradicción



Lo que aprendí de MI Macgyver

Soy una inútil en todo lo que requiere habilidad manual.

Por suerte, en mi entorno muy cercano tengo un “manitas” versión catalana de Macgyver. Le debo mucho, incluso me ha enseñado (sin querer) algo que comparto en mi taller de reuniones. ¿A encontrar el punto perfecto de aire acondicionado para que todo el mundo esté satisfecho? No. Eso no lo logra ni dios. Lo que sí me ha enseñado, es a tratar con una de las múltiples tipologías de la figura “estoy en contra”. Me refiero, concretamente, al espíritu de contradicción.

Si le preguntaba “¿te importaría arreglarme esto?, me contestaba “por el precio que tiene uno nuevo, no merece la pena perder el tiempo en repararlo”.

Sin embargo, si mi comentario era: No vale la pena arreglarlo ¿verdad?, su respuesta era invariablemente: “¡cómo sois de consumistas! Se nota que no habéis vivido una posguerra. Trae, que yo en unos minutos te lo hago y además me relaja”.

Don/Doña espíritu de contradicción, que a veces nos encontramos en una reunión (o simplemente en nuestro entorno), no tiene por qué ser una persona ilógica o sin sentido común, sencillamente le divierte llevar la contraria (o únicamente no puede evitarlo). Muy al contrario, suelen ser personas muy inteligentes y ágiles mentalmente (encontrar argumentos “veleta” con tanta rapidez no es fácil y requiere toda una vida de entrenamiento).  

Es por eso a veces conviene analizar cómo se le presentan las cosas…
"¿Qué hago, compro uno nuevo o lo hago reparar?" Esta pregunta neutra (el tono no debe señalar tu preferencia), es la mejor manera de obtener su respuesta mas objetiva.

En el entorno laboral, en ocasiones, funciona muy bien “el pasilleo”: si antes de exponerle en la reunión nuestra propuesta, le pedimos su opinión (sin desvelar el contenido de la misma), es probable que no se aleje tanto de lo que pretendemos proponer.


Suerte