lunes, 10 de febrero de 2014

¡Manos arriba, esto es un atraco (intelectual)!






Todos odiamos a los ladrones de ideas, pero quizás para otros, nosotros lo hemos sido...

Artículo en catalán cuya traducción podéis encontrar mas abajo, sobre un tema que ya sabéis que me preocupa : los ladrones de ideas

http://www.leconomic.cat/neco/article/4-economia/18-economia/715172-els-lladres-didees.html


LOS LADRONES DE IDEAS:

Es muy probable que recuerdes (eso no se olvida fácilmente) alguna ocasión en la que planteaste a alguien una idea y viviste una experiencia parecida a la siguiente:
Joan estaba solo con Mariano. Este último lo escuchó dando más o menos muestras de interés y al terminar su exposición, lo miró con cierto paternalismo y le dijo que lo sentía, pero que esa idea no acaba de cuadrar, que no la veía viable… Eso sí, le animó a seguir pensando… Pasado ese instante incómodo, Joan y Mariano sonrieron y la conversación siguió por otro derrotero o simplemente se acabó.
La situación descrita puede darse en muchos contextos: relación alumno profesor en el ámbito escolar o universitario, entorno familiar… Pero donde a ciencia cierta encontraremos más experiencias de este tipo es el mundo laboral. Por este motivo permitidme que elija ese entorno para continuar.
Sigamos con el ejemplo. Pasa un tiempo prudencial, nunca es inmediato, ya que aunque se apropie indebidamente de ideas ajenas, no es idiota y Mariano entra en una reunión.
Las reuniones son el foro más habitual donde se presentan esas nuevas ideas de dudosa autoría.
Marino parece satisfecho de sí mismo y más motivado que de costumbre ¿sois capaces de adivinar qué presentará como fruto de su propia inspiración y de una larga reflexión? Bingo: LA IDEA DE JOAN!!!
Acerquémonos y echémosle un vistazo:
“Buenos días a todos. Estaba impaciente de teneros reunidos porque se me ha ocurrido una manera de disminuir los costes de “X” sin reducir la calidad de nuestro producto estrella. Como es un tema que me preocupa, llevo tiempo dándole vueltas. Por fin tengo el placer de presentaros mi idea”
Pasado el momento de estupor que te suele paralizar unos instantes - acompañado de enrojecimiento facial, puños y dientes apretados y una apertura poco discreta de los orificios nasales y de la mandíbula - varias son las posibles reacciones que uno puede tener:
·         Defender en la reunión “la propiedad intelectual no inscrita” de nuestra idea
·         Hablar con él en privado cuando termine la reunión o cuando encontremos el buen momento.
·         Sufrir en silencio (instalándote en ese peligroso “va, total…”
·         No decir nada y decidir “dejar de pensar” en la empresa…
La primera es peligrosa si te une al ladrón de ideas una relación jerárquica (y evidentemente no eres tú quien está arriba…). Esos peligros se incrementan exponencialmente en función del egocentrismo del personaje. Sólo si tienes una capacidad asertiva bien entrenada sería aconsejable emprender esta vía. Recuerda que tu objetivo no es dejarlo en evidencia, sino recordar tu parte en la creación de la iniciativa.
La conversación privada posterior es la más prudente, pero resulta un tanto frustrante ya que no está garantizado conseguir un reconocimiento público por parte del delincuente intelectual.
“Sufrir en silencio” puede ser utilizable muy puntualmente, pero hay que evitar instalarse como hábito en ese inconfortable pero seguro: “No pasa nada. Total, es mejor evitar malos rollos y eludir conflictos”
Desafortunadamente, la última es la más habitual. Demasiadas personas optan por “no volveré a tener iniciativa en mi vida” con la consiguiente pérdida de ideas valiosas que nunca verán la luz. Ninguna empresa puede permitirse huelgas mentales de sus colaboradores.
Todos nos hemos quejado alguna vez de que alguien se ha adueñado de nuestra idea, pero no nos hemos planteado nunca de que quizá, por pura torpeza y sin mala intención, otros pueden acusarnos de lo mismo.
Vamos a por otro ejemplo:
Puede suceder que Matilde (que trabaja para ti) te proponga una idea,  por ejemplo: “a minúscula rodeada con un círculo”.  A ti, esa idea, tal y como te la ha planteado Matilde no te parece en absoluto una buena idea y muy educadamente le indicas que no acabas de ver esa propuesta en los momentos actuales.
Vuelves a tu casa y no puedes dejar de darle vuelta a la idea de Matilde (inviable en sí misma). Eres tan majo, que hasta te da pena haber frustrado su ilusión… De repente te surge A TI una idea ¿nueva? (para ti sí!) : “A mayúscula enmarcada con un cuadrado”.
Aparece aquí un conflicto de visiones (y de egos, no nos olvidemos): para Matilde ES LA MISMA IDEA. Para ti, NO.
De nuevo aparecen dos opciones :
  • Plantear tu idea sin más. Te acabas de ganar (probablemente de manera injusta) la reputación de ladrón de ideas, de atracador de iniciativas. Tu fama te precederá.
  • Si eres hábil, lo que harás  cuando presentes tu “A mayúscula enmarcada en un cuadrado” en la reunión, será recordar que en su día Matilde te propuso una “a minúscula” y que madurando el tema y adaptándola, gracias a ella surgió “A mayúscula” y por lo tanto agradecer “la inspiración”.

También se le puede llamar elegancia.

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